Un testimonio de supervivencia
Yo aprendí de mis enfermedades. Quien ha escrito el libro "12 Dietas de Plenitud" es un escritor del que seguramente se puede decir que aun tiene mucho que aprender. Pero que como comunicador social e investigador ha pasado la mayor de su juventud experimentando muchas de estas enfermedades agudas o leves. Como hijo de un padre farmaceuta y una madre sobreviviente de apoplejía, de ellos he llegado a aprender como evitarlas y prepararme para cuando se avecinan a través de la nutrición asertiva y la botánica de la medicina alternativa. Pero sí, es cierto que hasta el día de hoy, como paciente alérgico nunca he podido dejar definitivamente las medicinas antialérgicas.
Nosotros a lo largo de la vida muchas veces nos tropezamos con testimonios reales de personas de toda clase social que nos comparten sus experiencias, dolorosas e increíbles en que han pasado por difíciles periodos de enfermedad. Algunas de estas son casuales episodios cotidianos; como cuando con un terrible resfriado, alguien que nos escucha estornudar, nos recomienda un medicamento. Otras son complejos cuadros sintomáticos tras los que se pueden tomar desde semanas a años, visitando diversos médicos, clínicas y hospitales, para obtener diversos puntos de vista de una misma enfermedad que debe ser tratada con fármacos, a veces diversos y sumamente costosos, a veces disponibles y otras tan escasos y descontinuados para desesperar la esperanza de muchos enfermos.
Para comenzar, el hecho de descubrir de niño que las inyecciones atacan las enfermedades infecciosas, haciéndonos menos vulnerables que en el pasado gracias a los avances de la ciencia, fue para mí en plena década del 80 una novedad. Mas tarde experimentar los diversos cambios de la adolescencia, que se van acentuando con el tiempo, exigiendo incluso el consumo de suplementos vitamínicos con el fin de cumplir con las diversas obligaciones intelectuales y físicas que se plantean me llevaron a contar hasta una veintena de frascos de éstos que tomé con una confiada dependencia.
El año 2000 con la llegada de un nuevo siglo en que el poder de la información en los medios masivos se comenzó a expandir con una rapidez inusitada, nos abrió nuevos tabúes, como el uso de la clonación para la reproducción y la explosión de las cirugías plásticas. Las gripes evolucionan cada vez más fuertes, y junto a las epidemias; los mosquitos se convierten en una especie migratoria que amenaza vastas zonas y el cambio climático en medio de la proliferación de los denominados radicales libres; hace las defensas de nuestro sistema inmunológico menos resistentes a otro grupo de enfermedades como son las degenerativas, las alérgicas y las de desequilibrio nutricional, entre otras. De pronto pareció que nuestras enfermedades tienen cierto porcentaje de enfermedad carencial que nadie puede ni quiere discutir. La automedicación se convierte en una salida oscura a las dudas que la ciencia aun nos impone como marionetas. Fue entonces, con veinte años, cuando comencé a padecer de alergia a algunos alimentos, a sufrir de mareos y a perder la vista hasta caer en la anemia en medio de una vida sedentaria, sumido en el bajo peso, víctima de los problemas gástricos y la mediocridad nutricional que me llevo a encontrarme con los anabólicos. Por supuesto que consulté en todo momento a médicos generales y especialistas que me recomendaron algunos medicamentos oportunamente. Sin embargo, los efectos secundarios de ellos muchas veces son ignorados hasta que muchos años después de seguir tratamientos es que se reflejan notablemente sus consecuencias nos damos cuenta de que muchos nutrientes pueden estar faltando de nuestra dieta de costumbre y que lo que nos advierten los especialistas de la medicina es real y cruel.
En mi caso, los antihistamínicos, inicialmente de
primera y luego de segunda generación; debilitaron las funciones de mi hígado al bloquear betacarotenos por atacar mi anormal producción de histamina en el flujo sanguíneo, aunado a mi dieta suprimida por la eliminación de algunos alimentos importantes para lograr evitar al máximo episodios o recidivas de
alergia estacional.
Ya a mis veinticinco años, acosado por la presión de
mantener mi peso normal quizás acentué mis cuadros de debilidad, fluctuando siempre mis defensas ante el estrés laboral como bibliotecario escolar. Siempre en busca de más información en los libros, revistas que llegaban a mis manos y por supuesto que de la Internet, descubrí muchas cosas que fueron
llamando mi atención. Poco a poco fui modificando mis hábitos alimenticios nocivos, ante la experimentación de gastritis que los medicamentos sólo empeoraban al desencadenar otro efecto, y fue el del acné vulgar y las cicatrices faciales.
Finalmente ya cansado de altas y bajas, me encontré
con los anabólicos esteroides, aquellos procesados sintéticamente que se presentan más potentes que los tradicionales suplementos. Todo fue muy bien, hasta un año después en que su efecto se hizo menos asimilable para mi cuerpo y con la manifestación de cinco de los síntomas incluidos; me pusieron
ante la posibilidad de sospechar una anemia ferropénica aguda. Algunas conjeturas hipocondríacas me perturbaron por un tiempo, como considerar la exposición a químicos como los del cemento, el poliuretano y la brea asfáltica utilizada en los techos podría haber influenciado conjuntamente, según los mismos médicos especialistas advierten. También la contaminación magnética de la
atmósfera por antenas de comunicación de telefonía celular se ha señalado como un causante de estrés y cefaleas. Todo ello solamente superado desde el cambio de mis hábitos alimenticios.
Ahora, retomando las recomendaciones de los médicos,
aprendiendo un poco por mi propia cuenta y siendo más responsable de mi nutrición, adoptada en parte también debida a la situación de salud de parientes en el hogar y la familia que me impusieron su dieta, he llegado a entender el significado de la palabra salud. He comprobado de lo irresponsable
que fui al considerar mi paladar por encima de mi salud, lo cual trajo consecuencias que lesionaron algunos de mis órganos al ser víctima de torturas silentes que nunca fueron normales. Ahora gracias a la nutrición más natural, libre de adicciones o excesos como el alcohol, el tabaco y con los
alimentos apropiados para estimular el sistema inmunológico junto a la medicina alternativa y a los consejos oportunos de médicos de confianza, he podido continuar luchando por superar estas enfermedades, que sin duda fueron el resultado de una alimentación desorganizada y subvertida.
Por ello es que se ha escrito este libro el cual
pongo a la disposición de los lectores como el resultado de mis profundas investigaciones, en provecho de las facultades adquiridas en el campo del periodismo médico que se sirve de la red virtual de la información, de muchas fuentes bibliográficas, de los consejos comprobados por estudios científicos
que avalan el porcentaje de beneficios que los efectos de comer bien hacen en muchos enfermos que divagan entre dudas respectos a sus diagnósticos al punto de llegar a ser víctimas de la ignorancia ante un estatus de la Ciencia que aun tiene muchas lagunas por cruzar, puentes por establecer, eslabones por hallar y promesas difusas que aclarar.
ADEMÁS DEL EBOOK PROXIMAMENTE AQUÍ "12 DIETAS DE PLENITUD" REEDITADO:
PROMONET, 2023.