"LA PUERTECITA del jardín se volvió a cerrar lentamente sobre el pequeño Jean que había vuelto por tercera vez a darle las buenas noches a su madre y que había sido bastante mal recibido.
—Está un poco triste, doctor —dijo la señora de Santeuil, con dulzura, volviéndose hacia el profesor Surlande, para disculpar a su hijo—. Es la primera vez que no voy a darle las buenas noches en su cama y eso lo agita mucho. ¡Es tan impresionable!
—Es lo que llamamos un nervioso —dijo el doctor, sonriendo como quien acaba de tener una ocurrencia—. Su aspecto lo indica bastante, por lo demás. El señor Marfeu lo trata seguramente por medio del agua fría.
—Por medio del agua fría? —dijo con asombro la señora de Santeuil—. No, el señor Marfeu nos recomendó sobre todo que sólo utilizáramos el agua caliente.
—¿Agua caliente? —dijo, riéndose el señor Surlande—. ¡Ah!, verdaderamente, agua caliente, es algo bastante curioso. Por parte, el señor Marfeu es un sabio notable y no podía haber mejor médico para su hijo. Pero supongo que no soy quien impide darle las buenas noches, señora —dijo graciosamente el médico.
—¡Oh, no! —exclamó la señora de Santeuil— no queremos que conserve esas costumbres de chiquilla. Durante mucho tiempo su salud nos obligó a unos miramientos que más tarde le harían la vida imposible. Y mi marido y yo, queremos educarlo virilmente.
—¿Qué piensan hacer con él? —preguntó el doctor.
—No tiene más que siete años, doctor —contestó la señora de Santeuil—. Sin embargo tenemos ideas muy precisas acerca de su porvenir. Y no es que deseemos contrariar en nada los deseos de nuestro hijo, que siempre estará libre aquí, desde el momento en que sus preferencias sólo se dirijan a una verdadera carrera, como la magistratura, las relaciones exteriores- o el foro.
—Pero creí que tenía grandes aptitudes para la música y la poesía — preguntó el doctor.
—¡Oh!, todos los padres, doctor —dijo la señora de Santeuil con vivacidad—, creen que sus hijos son unos pequeños prodigios. Los educan sin hacer nada y para que se crean unos genios incomprendidos, todo porque un trocito musical que hace el deleite de la familia y que el profesor supone asombroso, no es ejecutado a condición para el público y pagado por los editores. Es una carrera a condición de ser Mozart o Beethoven. Y todavía —agregó con decisión la señora de Santeuil— no deseo que mi hijo resulte un artista de genio Preferiría, con su inteligencia efectiva y todas las relaciones de su padre, verlo llegar un día a las embajadas, o a una posición importante en la alta administración, remuneradora y considerada. Sin embargo trato de despertarle el gusto por la poesía."
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Este es un fragmento de la novela Jean Santeuil el cual encontramos alguna vez polvoriento y al borde de una extinsión en una biblioteca. Aprovechando entonces que esta versión traducida del libro original publicado en Francia postumamente esta en dominio público, lo reeditamos con nuevas referencias a aquellos lugares tan históricos que el autor hace referencia entre sus más de 500 páginas. Parece una obra contada en tono infantil, pero por ocasiones nos deleita con un estilo limpio que se fundamenta en el naturismo, el futurismo y otros movimientos que sólo observamos en la belle epoque de Francia.
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