DE LO MÁS BELLO A LO MÁS BONITO
La estética traza varios niveles de medición de los atributos de la belleza humana que van desde la sencillez de lo bonito, el candor de lo bello y en el más alto concepto la naturalidad de lo hermoso. Otros sustentan que la belleza interior de una persona se puede valorar por las cualidades positivas que una persona práctica ante las demás personas que sin sobrevalorar lo físico como regularmente destacamos, hacen de los valores humanos el primordial estándar de estimación social y reconocimiento público.
Reconocemos que la apariencia física, la vestimenta y los modales de nuestro comportamiento son signos de educación o preparación académica, así como de estatus social, pero el atractivo físico también se plantea si existe diferencia entre lo bello y lo sublime. Por un lado hallamos los factores inherentes en la personalidad y experiencia de cada persona como la “Vanidad” la cual es definida como una cualidad de engreimiento y presunción por lo que se ostenta o demuestra. Paralelamente el sentido del “gusto personal” se diferencia en cada individuo o grupo de influencia, entre el devenir de las modas sociales, podemos señalar que someternos al arbitrio de jurados luego de prepararnos e instruirnos en el área de la comunicación, medios audiovisuales, modelaje, publicidad y otros campos similar; requiere un proceso previo de adaptación a la crítica al no caer en gracia y soñar en una meta por el gusto.
Otro aspecto de la estética que no nos debe apenar ni cohibir en todo momento es el sentido de pertenencia a una raza, término que se utiliza para clasificar a la humanidad de acuerdo a características físicas y genéticas. Históricamente, los antropólogos físicos habían dividido a la humanidad, atendiendo a sus rasgos morfológicos, en tres grandes subdivisiones o razas: negroide, mongoloide y caucasiana. Algunos científicos fueron más allá añadiendo la amerindia y la oceánica. Como concepto biológico, la raza era más evidente cuando las diferencias hacían referencia a los rasgos morfológicos, como la pigmentación de la piel, el color, forma y grosor del cabello, la forma de la nariz o la estructura corporal. La aparición del análisis genético vino a refutar esta idea. Antes de esta definición, la clasificación de las razas dependía de una combinación de factores geográficos, ecológicos y morfológicos. Sin embargo, el término raza es polémico por las nociones de superioridad e inferioridad que lleva implícitas. El concepto de raza no resulta particularmente útil desde el punto de vista biológico o sociológico, ya que todas las razas pertenecen a una única especie biológica, Homo sapiens, y sólo muestran pequeñas variaciones genéticas. La cultura constituye un factor mucho más importante a la hora de determinar la conducta y estilo de vida de los diferentes grupos humanos. La raza constituyó la justificación para implantar el estado de esclavitud, la persecución de minorías y otros grupos sociales, como la del pueblo judío durante la Alemania nazi, o el sistema de apartheid en Sudáfrica.
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